8 de mayo de 2009

5. Exceso de Velocidad

Priscilla tenía 17 años. Una mañana estaba sentada en el patio del instituto esperando a una amiga para comer el bocadillo juntas como siempre. Observaba tranquila a los alumnos caminando hacia diferentes lugares siempre en pequeños grupos de dos o tres jóvenes que a veces se fusionaban y daban lugar a otros más grandes. Algunos se sentaban en los bancos y otros se quedaban de pie. Parloteaban escandalosamente y reían sin parar, empujándose, abrazándose y convidándose comida. Aquellas risas fueron el detonante. Fijó su vista en una chica con flequillo fucsia que se comía una palmera de chocolate. Repentinamente había adquirido la sorprendente capacidad de captar cada detalle con precisión. Veía la mandíbula de la joven

moverse lentamente mientras se llenaba la camiseta trocitos de hojaldre y chocolate. La chica del flequillo había pasado un segundo comiendo, sin embargo Priscilla la había estado observando durante un minuto.

¡Pri! ¡chacha! -le dijo su amiga Dunia moviendo la mano justo delante de sus ojos.

¿Qué pasa?, ¿qué pasa? -dijo Priscilla muy sobresaltada.

Pues que estabas ida, obnubilada, evadida, abstraída... -dijo Dunia con su habitual tono de pasota buena onda.

Es que de repente me dio la impresión de que todo iba muchísimo más despacio, ¿alguna vez te ha pasado algo así? -dijo Pricilla sacudiendo la cabeza como para despertarse.

Pues sí, claro -contestó Dunia mientras se estiraba un poco los leotardos.

¿Y por qué pasa? ¿es algo malo? -dijo Priscilla nerviosa.

Tranqui, no es más que un... desfase -dijo Dunia mientras movía las manos lentamente como si acariciase un balón invisible.

Ya eso lo sé pero ¿porqué va todo tan lento? -se desesperaba Priscilla.

Querida mía, el mundo no va más lento, eres tú la que va más rápido que de costumbre -dijo Dunia sintiendo compasión sobre el desconocimiento de su amiga acerca de sí misma.

Y entonces... -dijo Priscilla moviendo las manos como si empujase algo desde abajo.

Entonces Dunia la miró directamente a lo ojos y sujetándola por los hombros le dijo: “cariño, lo que tienes es un problema de exceso de velocidad”.

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