8 de mayo de 2009

6. Luminosidad

Paola salió de casa para pagar unas facturas. Hacía un día cálido y brillante y sentía que salía energía de todo su cuerpo. Manaba de su pecho y se irradiaba en dos fases, primero, por los brazos, las manos, el cuello y la cabeza, y, seguidamente, por el vientre, los muslos, las pantorrillas y los pies. Un pulso calorífico la recorría entera periódicamente. Sentía que la radiación era tan fuerte que modificaba la postura habitual de su cuerpo: el pecho se expandía, el cuello se erguía, la barbilla se elevaba, los brazos, antes cruzados hacían un conato de apertura, y las manos, relajadas modulaban la transmisión de la onda al exterior. Aquella intensa calidez interior la relajaba, con cada expiración experimentaba más y más paz. Percibía cada detalle de su vida con un placer desconocido para ella hasta entonces. Sí, antes se había sentido feliz, pero nunca de una forma tan interoceptiva, tan visceral. Para ella, que vivía tan enajenada de su cuerpo, del vello de su coronilla y de los latidos de su corazón, aquello era una experiencia emocionante. Ella que recelaba de su organismo por tenerlo como una máquina acumuladora de líquidos, grasas y tumores, una entidad independiente proclive a la inflamación y la infección, un enemigo que la boicoteaba cada día, pero al que, sin embargo, tenía que alimentar y cuidar con gran esfuerzo, aquella reconciliación la traía de vuelta a sus orígenes, a su yo primitivamente feliz.

De vuelta a casa encontró de casualidad a su buena amiga Magnolia.

-¡Magno!, ¡qué alegría de verte! –dijo Paola eufórica.

-Sí, qué casualidad, pero oye, qué guapa estás, bueno diría mejor que estás. resplandeciente, irradias luminosidad, ¿te ha pasado algo? –dijo la amiga curiosa.

-Bueno, no es nada del otro mundo.

-Cuenta, mujer, cuenta –dijo Magnolia moviendo la mano hacía sí.

-Es que resulta que Pedro me quiere –contestó Paola con la voz temblorosa.

-Tonta, claro que te quiere, se casó contigo ¿no?, ¿es que nunca te lo dice? –contestó la amiga enternecida.

-Claro, muchas veces, pero no fue hasta ayer que lo creí.


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